La belleza.
Parte II: ¿Realidad o abstracción?
Por Marylin Monroe
Diderot (1713-1784) fundamentó su teoría en una experiencia de escritor. Realizó estudios de crítica de arte, escritos sobre pintura y una crítica general del academicismo que conserva un gran interés, pues Diderot, puede ser considerado como el creador de la estética moderna. Señaló la diferencia entre la obra de arte y la realidad inmediata. Comprendió que esta diferencia no podía explicarse por el desarrollo entre la perfección ideal y la imperfección de lo real, entre la belleza absoluta y la fealdad de las cosas, como lo pensaría el platonismo.
La obra de arte, cuadro o novela, tiene un tema: cada artista tiene una manera de tratar el asunto ¿Qué hace él entonces? ¿Cómo reacciona? ¿Cómo se opera el pasaje de las cosas que están en el tema, y de este a la obra de arte? ¿Imitación de la naturaleza? ¿Sumisión ante el objeto? ¿ o transfiguración? O bien ¿penetración en las esferas de lo real más profundas, más esenciales que lo inmediato? ¿Amplificación, ahondamiento, “tipificación”?
Para Diderot, algunas veces la obra de arte resulta de una transposición intelectual del objeto, el artista ha captado ciertas relaciones con su inteligencia, y las ha fijados obre la tela o sobre el papel. Otras veces, por el contrario, decía que el artista se somete a lo real más que a otra cosa, es decir a los hechos inmediatos y sensibles que le suministra la vida. El artista capta y expresa la naturaleza mejor que a cualquier otra cosa. En consecuencia Diderot oscila entre un formalismo (expresión de relaciones abstractas entre las cosas) y un naturalismo (expresión de lo real inmediato) al tiempo que presenta el realismo (expresión de lo esencial).
Diderot no pudo aclarar esta cuestión. Se encontraba en un dilema: o copiar un objeto mas o menos bien, o interpretarlo individualmente (subjetivamente), es decir de una manera abstracta. Porque pensaba, y no podía pensar sino en función de las ideas de su tiempo, de su clase (la burguesía ascendente). No podía comprender que los seres reales expresados a través de sus gustos, sus aspiraciones, su sensibilidad, sus ideas de clase, son ellos mismos históricos, históricamente reales.
Desde que se admite la existencia en arte de un contenido puramente ideal, se lo coloca fuera de lo real, se admite más o menos claramente una metafísica, una supervivencia idealista del platonísmo. Es inútil buscar la relación de este ideal con lo real, sino es en la comprensión histórica y social de los hombres que tuvieron ese “ideal”. Plantearlo de otra manera lo transforma en una cuestión insoluble.
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